La Gran Mentira

Por Ernesto Simón

uno
La estafa no es haberle mentido descaradamente a los lectores, sino la incapacidad para pedir disculpas. Saharrea escribe. Y cuando escribe le muestra a los chicos los vicios típicos del mal periodismo. Es el lugar común desvencijado. Es la mala escritura. La ruleta de tirar la bola porque alguien manda. Y cuando le cantan el “no va más”, deja de poner fichas y se repliega. Cuida el puesto. Muestra lo que es. ¿Un cuida puesto? Tal vez sí, tal vez no. Anunció en su editorial del domingo 6 de marzo que el gobernador Gioja, su natural aliado y compinche en el juego de cartas, anunciaría la decisión de reformar la Constitución y lanzarse a una nueva candidatura por la gobernación. Escribió Saharrea que el anuncio sería por cadena nacional. Que sería dado el miércoles 9 de marzo. Ya no importa si lo anuncia en días o semanas. El hecho es que ese día, tal como lo describió en su fantasía el escribiente, no sucedió. ¿Mintió Saharera?, ¿o especuló?, ¿o fue pieza manejada de un operativo que imperiosamente necesita más tiempo?

dos
Finalmente llegó el miércoles. Pasó. Llegó el jueves, y nada. Gioja no anunció la buena nueva. ¿Anunciará Gioja su mentada violación a la Carta Magana provincial? ¿Será capaz de pasar a la historia como el más autoritario de los antidemócratas? ¿Qué está diciendo el pueblo cuando más de un 70 por ciento le dice sí a la perpetuidad en el poder de una familia que suplantó sin esfuerzo a la Dinastía Bravo?

tres
Nada más humillante que un mentiroso, un estafador de la palabra. Nada más difícil que explicarle el por qué de la mentira a nuestros hijos. Insisto: no es tan grave mentir. Lo grave es no salir el día jueves a pedir disculpas. A reconocer que olfateó mal el estofado podrido que le servían en Casa de Gobierno. La impotencia radica en no poder ser sincero y envidiar secretamente a quienes sí lo son. Ser mendaz no es ser corrupto. La corrupción se desnuda cuando alguien se presenta como periodista y no es más que un cortesano del rey. Ser cortesano es ser inútil, genuflexo, casi indigno. Quien no se anima a decirle la verdad a la gente y sirve a la mesa del lector un plato de estofado podrido, está intentando que todos coman del mejunje que comió. Justo ahora que la inflación nos pone a dieta obligada a los que ganamos como para sobrevivir. Suerte que muchos no quisimos probar esa cosa barata y mal preparada que es la pretendida editorial escrita con la mediocridad de una pluma orate, casi nula. Estamos a dieta. El cocinero tendrá que tragarse todo lo que sobró. Una lástima.