Cartas del Lector: El cuta
por Emanuel Zalazar
He leído la interesante historia de El Cuta,
y me parece muy interesante relato,
tomándolo por quien viene, porque al leer se entiende,
que por buen criollo se creen, y no hacen mas que seguir,
causando sufrimiento a la gente.
¡Que mas Cuta que el pueblo!, que primitivo parece,
encadenándolo a una pala, ellos muy vivos se creen,
y como al Cuta su familia, por unos pesos lo venden.
Estos caciques modernos, que a sus indios enceguecen
que dios los ampare, pa'quel mandiga se los lleve
El oro no trae riquezas, solo trae hambre y muerte
no me dejen vivir, sujeto a esta suerte
y como hizo el cuta, prefiero morir,
que estar en este circo...de mala muerte....
Avísenle al relator, que cuando esto comente,
no se olvide de brindarle, justicia a toda su gente...
(Publicado en Semanario La Región Jáchal On Line)
Relatos de Mi Tierra: El Cuta
por Carlos Alberto Mateos Varela
Resonaban al compás los cascos de la cabalgadura que iba por la calle larga y polvorienta de Rodeo, aquella noche fría y oscura de invierno.
Más oscura parecía aún la noche debido a la frondosidad de los sauces existentes al lado del camino, cuyas copas se juntaban en lo alto formando un largo túnel que empezaba en Colola y continuaba hasta el mismo Rodeo.
Los trabajos de la trilla en la finca “La Amaral” se habían retrasado, por lo que el jinete iba tarde, cansado y hambriento apurando su marcha para llegar cuanto antes a su casa.
Fue justo al llegar al lugar llamado “El sauce mocho”, donde se tejían historias de la existencia de fantasmas y aparecidos que “asustaban” a los transeúntes, cuando ocurrió aquello.
De pronto cayó desde una rama una persona sobre el anca del caballo. En su brusca caída esa persona se agarró del jinete y clavó sus talones en las “verijas” del animal que arrancó a los saltos tirando patadas y corcoveando enfurecido, despidiendo por los aires a quienes lo montaban. Después la bestia siguió su loca carrera hasta llegar a los corrales mismos de la finca.
Pasado el susto y recuperados de semejante golpe recibido, el jinete miró al intruso y le dijo con la voz entrecortada “sos vos Cuta, que macana te mandaste, el alazán casi nos mata a los dos… vení entremos en la casa para que nos atiendan y comamos algo”.
El Cuta recibió el plato de locro caliente y el pedazo de pan que le dio el cocinero y se puso en cuclillas en un rincón lejos del fogón de la cocina y de donde comía la peonada. Estos lo observaban con curiosidad y asombro al Cuta por su forma de comer casi primitiva.
El Cuta no era una persona como cualquiera, su cara y su cuerpo se asemejaban más a un simio que a un ser humano. Tenía su cuerpo completamente peludo con cabellera abundante y quiscuda en su cabeza. Su caminar era pausado con trancos largos y casi encorvaba su cuerpo. Pero tenía una gran agilidad si era preciso usarla. Vestía solo con un sobretodo viejo y mugriento que casi arrastraba por lo largo y con una camisa grandota y un taparrabo a la usanza indígena mostrando a veces sus partes pudendas.
Nunca usaba calzado alguno y eran notables las largas uñas que tenía en sus pies que asemejaban garras.
Este extraño personaje, querido por toda la gente del pueblo era conocido como el Cuta o el Cutita, no era agresivo para nada y a veces por el contrario se mostraba manso y obediente.
Hablaba poco y casi no se le entendía lo que decía, por lo que se manejaba con señas.
Por su parecido con un mono se hablaba de que era el “eslabón perdido” de la cadena evolutiva del hombre que pregonaba el científico Darwin.
Fue por esa razón que vinieron a conocerlos científicos de Mendoza, La Plata y la Capital de San Juan.
Tenía pocos familiares el Cuta y estos no se preocupaban por su existencia, por lo que vivía de la caridad de la gente del pueblo. Siempre alguien se compadecía de él y lo ayudaba de uno u otra forma.
Un día llegó un circo al pueblo, toda una novedad, en una zona rural y alejada como Rodeo. Apenas llegaron los dueños del circo se contactaron con el Cuta y se les ocurrió incorporarlo al circo como una atracción más.
Pasó entonces a ser el “hombre mono” y por esa razón enjaulado como un animal. Cuando se marchó del pueblo el circo, contaban los lugareños que por unos pesos que recibieron los parientes del Cuta lo dejaron ir con el circo.
Alguien llegó un día a Rodeo y comentó que el Cuta había muerto en el circo estando de Gira en la provincia de Mendoza.
Ese fue el triste final del “Cuta” o el “Cutita” que siempre quedó en el recuerdo de los iglesianos, este personaje tan particular que para muchos era el eslabón perdido.
Quien me contó esta historia fue mi padre y él fue quien sufrió semejante golpe y susto en esa noche de invierno en el sauce mocho por la aparición intempestiva del Cuta, por aquellas épocas de fines de la década del cuarenta.